Por Alfredo Guevara

Aunque no hay un número que demuestre la realidad que existe en Tamaulipas, la violencia vicaria es una realidad, sobre todo en los municipios que cuentan con un mayor número de habitantes, entre estos, la zona conurbada de Tampico, Madero, Altamira, Reynosa y Victoria.

Y aunque la ese tipo de violencia es considerada como las más cruel que existe, porque además de que representa una agresión hacia la mujer, se utiliza a los hijos para lastimar todavía más a las mujeres, aseguró Alejandra Cárdenas Castillejos, secretaria técnica de la Colectiva Nacional 50+1 en el Estado.

Comentó que si bien la violencia vicaria se visibilizó hace no más de dos o tres años en la entidad, admitió que es un largo camino el que se tiene que recorrer, si se toma en cuenta que además de ir en contra de la mujer, también se está dañando por consecuencia a los menores de edad que se procrearon en el matrimonio.

“Obviamente pues también apenas se está visibilizando, entonces los números apenas están y luego hay procedimientos que se llevan a cabo y que no se le da el término de violencia vicaria, sino lo manejan como violencia familiar, entonces por eso no hay un número que demuestre la realidad que existe”, declaró.

Cárdenas Castillejos admitió la necesidad de que los mismos juzgadores del Poder Judicial del Estado (PJE), que entrarán en funciones a partir del uno de octubre, reconozcan lo que es la violencia vicaria y no se sigan manejando algunos casos como de violencia familiar.

“Es impulsar la capacitación de las juezas, de los juzgadores, de todos los que están en el ámbito que compete, para que tengan el término bien claro y que, por ejemplo, también las mujeres que están llevando a cabo un proceso judicial de violencia”, precisó.

Incluso, que los abogados que representen a las mujeres o lleven casos de violencia vicaria, tengan conocimiento de perspectiva de género, que es lo más importante.

Reveló que en la Colectiva Nacional 50+1 en el Estado se está trabajando en la manera de impulsar programas para en principio acercarse a las mujeres, para que sean ellas las primeras en reconocer las alertas sobre violencia vicaria, antes de que se convierta en un peligro para sus hijos o en un acto donde haya una consecuencia irreparable.

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